25 septiembre 2010

Una Fiesta Elemental

Todos los elementos invitados a la fiesta habían acudido: desde el más liviano, el Hidrógeno, hasta uno de los más pesados, el Uranio; elementos célebres como el único metal líquido, el Mercurio, con sus compañeros del mismo estado como el Cesio, Francio, Galio y Bromo; el elemento “probeta”, o primer sintético, el Tecnecio; algunos gases imperceptibles como el Hidrógeno, el Nitrógeno y el Oxígeno, y otros olorosos como el Flúor y el Cloro; el más denso, el Osmio.
Todos lucían muy elegantes, ya que era una buena ocasión para impresionar y así conseguir amistades o parejas.

Los señores como el Flúor y el cloro eran los más activos porque, al contar con 7 electrones en su última capa energética, gozaban de mejores atributos físicos y químicos para llamar la atención y entrar a reaccionar; claro que también hay otros como el cesio, el francio, el rubidio, el potasio y el sodio que
son muy activos y que se dejan conquistar con el primer acercamiento. Sin embargo, como en todas las reuniones, ocurre que se forman grupos aislados, muy apáticos, que no saludan, no le hablan a nadie, no prestan plata, no dan ni la hora; estos son los apodados “Gases nobles” o “inertes” (grupo XVIII de la tabla),
que no se interesan por nadie, puesto que se ufanan de ser autosuficientes por tener todo lo necesario; es decir, se sienten estables energéticamente al tener ocho electrones en su última capa. Son los únicos que desde su nacimiento cumplen con la regla del octeto. Pero… a veces… Al transcurrir la fiesta, se empiezan a notar elementos entusiasmados a reaccionar con otros para unirse o enlazarse, para así formar una familia, que sería una molécula o un agregado atómico. Las uniones se originan como resultado de las interacciones que pueden ser atracciones y repulsiones mutuas entre los electrones. El objetivo del “matrimonio” químico es similar al social; supuestamente se realiza para acompañarse y alcanzar una estructura más estable, o sea, un estado de menor energía. En la búsqueda de la pareja, juega un papel importante la apariencia física, entendida ésta como la parte que el átomo deja ver, es decir, la parte externa… el vestido; pues, en muchos casos, hay atracción y amor a primera vista. El vestido de los átomos son los electrones de valencia o electrones que están en la capa más externa y que van a participar directamente en el enlace.

Aparte de la apariencia física, también cuenta la “personalidad” del elemento. En este caso, la electronegatividad o capacidad que posee un átomo para atraer los electrones del enlace. También se puede decir que, mediante esta propiedad, definimos un elemento como buena, regular o mala “gente”. Porque, si el valor de la electronegatividad es bajo, entonces decimos que el elemento es como una persona positiva que dona sus bienes, o transfiere los electrones en un enlace . Como por ejemplo, los elementos del grupo I y II de la tabla (Alcalinos y Alcalinotérreos): Si la electronegatividad es alta se tiene un elemento negativo que roba o quita electrones del enlace, como los no metálicos. De esta forma, tenemos que el elemento más negativo es el flúor con una electronegatividad de 4.

Al aumentar el calor de la fiesta o su energía, ya se comienza a ver parejas de átomos, las cuales son detectadas por el grupito de gases noble o inertes.
Como éstos no tienen interés en integrarse a la reunión, asumen el papel de mirones, criticones y chismosos. La primera unión o enlace que se ve es la formación de la sal común, donde el cloro, individuo muy hábil, charlatán y negativo, con un bonito traje de 7 electrones, “conquista” al sodio que es
un elemento que queda positivo al entrar en contacto con él ya que le pasa el único electrón de su capa externa para estabilizarse al completar 8 electrones
en el último nivel. Dicha unión se clasifica como enlace iónico o electrovalente; en él existe transferencia de electrones desde un átomo con menor electronegatividad a uno de mayor electronegatividad; el átomo de cloro atrae fuertemente al sodio, formando la sal, y así se forman otras uniones del mismo tipo como: CsF,
NaF, KCl, MgCl2, CaCl2, SrCl2, BaCl2, etc. Como norma general se tiene que el “matrimonio” iónico ocurre cuando los dos átomos “prometidos” tienen una diferencia de electronegatividad mayor a 2.1, ó incluso a 1.7.

Siguiendo los sucesos de la fiesta, se observa que en algunos metales sus átomos se unen entre ellos mismos, formando agregados, en los que cada átomo aporta sus electrones de la capa externa o de valencia formando así iones (+). Dichos electrones actúan también como una nube electrónica que se desplaza por todo el metal para estabilizar el agregado. La nube electrónica permite explicar la alta conductividad eléctrica y calorífica de los metales. Al anterior tipo de unión se le denomina enlace metálico.

Otras parejas que se formaron fueron las de los no metales entre ellos mismos o con otros, por ejemplo O2, N2, CO2, Cl2, H2O. Estos enlaces son parecidos a los matrimonios modernos, donde, por la liberación femenina y la decadencia del machismo, se exige igualdad de condiciones; es por eso que los átomos unidos poseen una electronegatividad semejante, y, por consiguiente, los electrones del enlace van a ser compartidos mutuamente. Este tipo de unión es la covalente, que se puede asociar con una cooperativa donde todos los participantes son favorecidos.

En un matrimonio ideal o perfecto hay comprensión y ayuda, ninguno se recarga o se aventaja; en esta situación habría un enlace covalente no polar. Allí las electronegatividades de los miembros de la pareja son semejantes, por ejemplo en dos elementos iguales como oxígeno con oxígeno. No obstante , en muchos noviazgos y matrimonios, una persona tiende a dominar a la otra, aunque no totalmente; en este caso tendríamos una polarización del mando, por lo que el enlace se llamaría “covalente polar”. En este tipo de enlace un átomo es parcialmente positivo y otro parcialmente negativo, como por ejemplo el
agua , los hidrácidos (HCl, HF, HBR) etc.

Un grupo de elementos se dedicó a tomar licor, acabando con todas las exigencias, por lo que decidieron unirse para conseguir dinero y comprar más trago.
En el grupo de H2SO4, todos dieron su cuota, excepto dos átomos de oxígeno que se hicieron los locos y no colaboraron. Sólo estaban de zánganos que vieron la forma de aprovecharse de los demás. Éste es el caso del enlace covalente coordinado o dativo, donde uno o más átomos comparten sus electrones, pero hay otro(s) que no aportan, sólo están de cuerpo presente para beneficiarse y también para dar estabilidad a la molécula.

La fiesta termina y salen felices con sus conquistas y enlaces; mientras que otros esperarán, ansiosamente, para tener otra oportunidad, con mejor suerte, y poder interactuar o reaccionar y así dejar la soledad.


Leído hace un montón de tiempo (dos años, según recuerdo) en clase de Química. Cuando lo leí pensé: "¡Maravilloso!"; claro, además de reírme un buen rato. Hace unos días que lo estoy buscando por la red, y al fin mi busca ha sido recompensada. Me he vuelto a reír y he pensado: "¿Por qué no...?". Después de todo, la pedagogía del humor es lo más eficaz para aprender y, como ya decimos por estos lares, lo importante es siempre buscar alternativas para lograr el objetivo deseado. Lo mismo ocurre en la educación. Hay muchas rutas, algunas incluso ocultas a nuestras miradas, que debemos saber encontrar con la ayuda de un pensamiento juicioso y reflexivo. La tarea de un buen docente es saber hallar estos métodos alternativos, estas posibilidades de aprendizaje, estos senderos nunca antes transitados, con el fin de mejorar la calidad de la enseñanza y, porqué no, hacer del aprendizaje algo divertido, práctico, didáctico, útil y muy entretenido. Siempre me pregunto porqué es que todo tiene que ser tan gris y serio, cuando al hacerlo con un poco de color se disfruta más, se aprende más, y se llega a más enriquecimientos. Lo anterior es una muestra de como, con esmero y con creatividad, se puede conseguir un material de calidad, que enseña lo mismo que un mamotreto de química, pero que, a diferencia de este, lo hace con un poco de humor. Claro, se podría decir que este texto sería una buena ayuda para terminar una serie de clases de enlaces químicos, como una forma de sentar lo que se ha aprendido. Cabe destacar, además, que lo más curioso es que, después de un tiempo, y después de haber leído el texto, muchos recuerdan aún esas clases y aplican su contenido. Cuando, por ejemplo, en otros temarios de la asignatura están casi en blanco. Esto nos demuestra, claro, que sirve como una forma de internalizar conceptos, hacer propias estas cosas que, a primera vista, parecen abstractas y muy poco prácticas en la vida cotidiana.
Esta entrada, entre otras cosas, abre una nueva sección: química. Como se habrán dado cuenta, no suelo tener un orden regular de secciones, así que dudo mucho que esta sea la excepción. Pero ustedes quédense tranquilos, poco a poco se irán entregando pequeños materiales, nada del otro mundo, pero que serán disparadores de pensamientos y reflexiones (o al menos eso espero).

Nuestro grito de guerra, al estudiar los fascinantes mundos de la química...

«¡Química a la carga!».


¡Elen sila lumenn omentielmpo!


[Nota: Si a alguien se le ocurre un grito de guerra más original (se podría decir que este que he dejado yo es un paralelismo con el grito de Matemáticas) por favor, deje sus sugerencias, serán tenidas en cuenta para evitar caer en la reiteración, reiteración, reiteración, reiteración].

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